miércoles, 30 de enero de 2013

PANÓPTICOS DEL SIGLO XXI


SECCIÓN HISTORIAS CLÍNICAS DEL BORDA

Quien alguna vez haya recorrido los pasillos del Hospital Borda no se debería sorprender por atravesar en la institución ciertos estados rayanos con aquello que Freud describió oportunamente como "Lo Ominoso" (o "Lo Siniestro" de acuerdo a la traducción que se prefiera). 

Muchos menos quien -como es mi caso- desempeñe desde hace algún tiempo tareas asistenciales y profesionales (y pretenda llevar a cabo una práctica analítica con los pacientes) en condiciones ciertamente fellinescas y bizarras, a veces por las condiciones infrahumanas que envuelven materialmente al llamado encuadre en las terapias -reflejando el derrumbe sanitario de un capitalismo en descomposición mundial-, a veces porque trabajar con la locura, inmiscuirse sin tocar la puerta en el delirio del paciente, comprender su lógica, intentar construir  junto con el paciente un puente -aún bastante precario, como esos puentes de hileras de madera que se "menean" para todos lados con sogas como barandas donde el héroe de la película siempre está a punto de caerse al abismo- hacia cierta "realidad" un tanto menos agobiante que lo Real de las psicosis.

Gran parte de nuestro hospital (cuando digo "nuestro" no me refiero al pronombre posesivo que referencie una propiedad de profesionales, trabajadores y/o pacientes de la institución sino al conjunto de la llamada "comunidad", y cuando digo "hospital" no lo digo liviana y ni gratuitamente frente a las des-calificaciones permanentes homologandolo con campos de concentración o manicomios propiamente dicho, si bien persisten prácticas manicomiales como "residuo histórico") carece de servicio de gas natural desde la Semana Santa del año 2011. Un corte  nunca aclarado por el Gobierno de la Ciudad, que dió lugar como movimiento de protesta a la aparición inesperada en escena de un conjunto de trabajadores "invisibles" que permanecían velados por sus propias representaciones sindicales orgánicas, el cual tuve el honor de participar oportunamente. Desde luego que las autoridades nunca reestablecieron completamente el servicio de gas. Digo "desde luego" (lo cual puede leerse un tanto cínico) porque ninguna autoridad comunal reestablecería un servicio esencial en una institución que pretende ser literalmente cerrada (de hecho, se viene consumando el cierre silenciosa y gradualmente desde hace años) para construir un "Centro Cívico" como cabecera de playa de un formidable negociado inmobiliario.

Sin embargo, como una de las tantas "cortinas de humo", muchos nos vimos sorprendidos cuando las autoridades municipales resolvieron instalar equipos tipo split frío-calor cuando era inminente el desembarco invernal el año pasado, particularmente en los Servicios de internación ubicados en los sectores carecientes del servicio de gas (como el que me toca desarrollar mis tareas). Como se hizo prácticamente marca registrada la frase del tristemente célebre difunto Capitán Ingeniero Alvaro Alsogaray, "Hay que Pasar El Invierno" (palabras pronunciadas en junio de 1959 por el entonces Ministro de Economía cuando se anticipaba uno de los tantos ajustes del Gobierno "desarrollista" de Frondizi). 

Los split instalados (junto a termotanques eléctricos) vinieron a "pasar el invierno" (leáse a evitar que el deceso de algún paciente por hipotermia termine desatando un escándalo que ponga en riesgo los planes gubernamentales de cierre de Hospital y posterior negociado inmobiliario in situ). Algo nos llamó la atención a muchos. Los aparatos fueron instalados solamente en el sector de camas (no así en otros sectores de los Servicios donde se desarrollan talleres grupales y otros dispositivos).

Confieso que muchos dudamos sobre la perdurabilidad en el tiempo del buen funcionamiento de los artefactos. No por prejuicios sino por antecedentes de sobra. Puro juicio. Igualmente, los split que fueron traídos para "compensar" la falta de gas natural no pudieron remediar una herida de muerte en la cotidianeidad del "loco" en el Hospital: el agua caliente para el ritual obligado del mate colectivo. Uno de los tantos puntos donde lo bizarro irrumpe nuevamente en escena hasta dar cuenta -cuando de vez en cuando salimos de naturalizar ciertas cosas dentro del Hospital e inocentemente le hacemos alguna pregunta a los pacientes "fuera de libreto"- que terminan tomando el "mate colectivo"...con el agua caliente de las duchas.

Luego de un tiempo transcurrido y absorvido por la transferencia institucional, en el mejor de los casos sufrimos de algo así como una gran "neurosis institucional". El encumbrado psicoanalista argentino Fernando Ulloa, fallecido en el año 2008 -quien debe haber acumulado toneladas de suela gastada en recorridas de neuropsiquiátricos-, llamaba "encerrona trágica" al vínculo de dependencia inevitable que se establece entre el paciente y la institución. Su eximio colega y compañero de ruta José Bleger, en la misma sintonía, sostenía que las instituciones "manicomiales" no enfermaban por los conflictos inherentes a su propia existencia, sino por sobre todas las cosas a la falta de recursos para advertirlos y orientar una superación de los mismos. Lo que no logra ser simbolizado ni significado del "malestar" (también de "la cultura", siguiendo a Freud) en la relación de los sujetos de una institución, con ella misma. A partir de ahí, un cúmulo velado de resistencias puede convertirnos a los "poseedores del saber sobre la cura" en un océano infinito de ceguera.

Recién me dí cuenta del agobiante calor porteño hoy, cerca del mediodía cuando me había permitido tomarme un breve descanso luego de tres horas de trabajo. Por supuesto que el ventilador del consultorio individual ya ha pasado a ser una pieza de museo patrimoniada (y en desuso) en el Pabellón. Casi instintivamente me dirigí al sector de camas (Sector V.I.P. de splits) del Servicio cual beduino sediento hacia un oasis. El desembarco a ese "microclima" (en el sentido estricto y amplio) fue lo más hermoso que me había pasado hasta ese momento del día. Por supuesto que la mayoría de los pacientes se encontraban recostados. Con un alivio casi celestial para mis sentidos, lo primero que atiné a decirles como humorada e (¿irónicamente?) es: "¡Bueno, acá sí están como verdaderos Reyes!" Algunos, hasta aprobaron con una sonrisa mi "chiste" el cual -con cierta descontextualización- podría haber resonado a un hediondo y nauseabundo tufillo a cinismo.

Los splits -y los pacientes- al final "pasaron el invierno", la primavera y ahora el verano, momento en que recién  ceden los murales de la ceguera para percatarse de la lógica física en la ubicación de un artefacto "aliviador" que calefacciona en invierno y refresca en verano. No hace falta padecer de la "distimia" o "abulia" del "melancólico" o el "esquizofrénico" para quedarse recostado en la cama y no sentirse medianamente motivado a asistir a distintos espacios terapéuticos o recreativos que obligararían -en estas condiciones- a padecer temperaturas verdaderamente displacenteras para el cuerpo humano, independientemente del grado de afección en el "principio de realidad" que cada uno tenga.

Mucho ha escrito el filósofo Michel Foucault sobre las instituciones "cerradas" (fábrica, cárcel, manicomio). Entre otros aspectos destacados de su biografía y su producción literaria, es bien conocido como "reflota" a la hora de profundizar sus conceptos El Panóptico de Jeremías Bentham, una obra publicada terminando el Siglo XVIII donde se describe la disposición arquitectónica de las por entonces prisiones. Lo sobresaliente del asunto es que el tipo de construcción habilita a que el sujeto encerrado en la celda sea permanentemente vigilado, sin que él pueda ver al vigilador. En su destacado libro Vigilar y Castigar, Foucault extendió el modelo a las fábricas y manicomios para garantizar la vigilancia en "la distribución de los cuerpos".
 
Vaya ironía (muy siniestra) de la historia. Un nuevo Panóptico "Acondicionado" en mi Servicio del Hospital Borda, garantía absoluta de la postración de los cuerpos, "acondicionados" a las muy bajas y altas temperaturas de estación que se padezcan.Sin dudas, había que "pasar el invierno".

Hernán Scorofitz

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