jueves, 1 de agosto de 2013

SONRÍA, EL ESTADO LO FILMA


Los Videos del Ministro Randazzo


Más que una Anécdota

Sin lugar a dudas, los videos exhibidos por el Ministro Florencio Randazzo públicamente y en conferencia nacional, donde en base a las filmaciones de cámaras especialmente ubicadas en cabinas de locomotoras se puede observar a maquinistas leyendo libros, usando celulares y hasta durmiendo (y simultáneamente realizando movimientos automatizados) con la formación en movimiento, consiguieron despertar una  indignación y azoramiento  no menores para la sensibilidad de millares o millones de argentinos.

Desde luego, si en el país donde la masacre ferroviaria, signada en los últimos años  por el arrollamiento de un colectivo de la línea 92 en el barrio de Flores en septiembre del 2011 (11 muertos), por la llamada “Tragedia de Once” de febrero del 2012 (52 muertos), por el choque de trenes en Castelar (3 muertos) y, por qué no, por el asesinato del joven militante del Partido Obrero, Mariano Ferreyra en octubre del 2010, cuyo juicio demostró un entramado de enjuagues de negociados entre las empresas concesionarias (herencia de los “noventa”), la burocracia sindical ferroviaria  (cuyo principal referente José Pedraza terminó condenado a 18 años de prisión junto a miembros de su patota) y el propio Estado Nacional  prebendario y subsidiador, los videos de Randazzo nunca hubieran sido difundidos prácticamente por “Cadena Nacional”, y las imágenes de conductores de locomotoras “irresponsables”, “lúmpenes” y “negligentes” no hubieran pasado de una anécdota en una mesa de café, como quién comenta una curiosidad transmitida en un noticiero que a lo sumo podría despertar un “¿viste el video del maquinista apolillando?”

El derrotero de “tragedias” (significante fácil para desplazar “masacre”, el cual implicaría una responsabilidad en la autoría de un acto) ferroviarias logró colocar en el candelero de “la gente” justamente la responsabilidad de un Estado en el manantial de subsidios a empresas concesionarias para la administración del lamentable y pésimo servicio ferroviario, millares de millones que lejos de reinvertirse para mejorar la calidad en la prestación ha terminado –delante de las narices del propio Estado desembolsador- en cuentas de paraísos fiscales bajo testaferros o bajo la propia declaración de los empresarios del ferrocarril. Y sino, que lo diga la familia Cirigliano, entre otros…

Culpar, Responsabilizar, Culpabilizar

Si muchas veces, el deseo “entra por los ojos”, la “tragedia” también. No casualmente Jacques Lacan ubicaba a la pulsión escópica más del lado del deseo (la mirada), que de la demanda. Los videos de Randazzo han conseguido en una porción importante del imaginario colectivo, en segundos, sentar en el banquillo de los acusados a los “criminales conductores” para desplazar del podio al Estado responsable. Una jugada maestra. Lo escópico siempre genera fascinación y captura en la imagen, aún en lo que Freud llamara “Lo Siniestro” (Unheimlich).

Los videos difundidos invierten “la prueba de la carga” y el Estado pasa a ser la parte querellante, contra los maquinistas. No los “responsabiliza”, ni siquiera los “culpa”, sino que los culpabiliza. Parece “más o menos” lo mismo, pero no lo es. La etimología de los significantes y su cacofonía no es lo único que separa estas tres palabras. (In)Culpar no resulta ser mucho más que atribuir a una persona la autoría de un hecho que transgrede la ley, en perjuicio de un tercero y plausible de sanción civil o penal. Responsabilizar como un llamado a otro sobre la responsabilidad de un hecho particular (no necesariamente siempre nocivo), en base a una elección criteriosa y consciente. Culpabilizar es algo absolutamente diferente. El sujeto es culpado y queda absolutamente anulado como sujeto a la hora de su “derecho a réplica”. No hay sujeto.
El inconsciente desde aquello que Freud llamó “sentimiento inconsciente de culpabilidad” también juega su partida y el sujeto queda sin palabra ante el Otro que le señala la falta.

Podría ser un exceso –más que una licencia- extrapolar y aplicar categorías del psicoanálisis a lo que no pasa de ser una maniobra política, encubridora y perversa (especialista en marcarle la falta al otro para angustiarlo, culpabilización mediante) por  parte del Estado con el Ministro Randazzo como portavoz, utilizando casuísticamente tres casos (que veremos que no necesariamente son iguales) en miles de horas de trabajo de maquinistas del tren.  

Primero el Huevo, o la Gallina...o el Huevo...

Nadie del Estado (curiosamente mucho menos del propio sindicato La Fraternidad, hasta meses atrás aliado histórico del Gobierno Nacional) se ha referido a las condiciones de trabajo del maquinista de tren.

Paradójicamente en el año 2008, la Superintendencia de Riesgos de Trabajo (organismo dependiente del mismo Estado que hoy acusa a los trabajadores ferroviarios conductores de locomotoras como “asesinos en potencia”) realizó un Ateneo sobre el “estrés postraumático en el ámbito laboral”. El caso de los maquinistas ferroviarios resultó ser un “caso testigo” dentro de los oficios más expuestos al padecimiento psíquico y la Salud Mental del trabajador. En palabras de la Lic. Marisa Rizzo en dicho Ateneo, investigadora del tema…

El ejercicio de la profesión  exige un esfuerzo físico alto. Es decir, fuerza, coordinación motriz, pericia, destreza manual, visión, audición… Tiene un alto nivel de responsabilidad, no solo por la seguridad  de otras personas, sino además la responsabilidad patrimonial…Tiene un esfuerzo intelectual elevado, y además un monto de estrés psicofísico en forma habitual y permanente…los maquinistas de trenes están expuestos a temperatura, luminosidad, oscuridad, niebla, lluvia, viento, humedad, ruido, vibraciones, radiaciones solares, intemperie, olores, ventilación, espacios abiertos, plomo, gases, polvo..”

Hasta aquí, las condiciones laborales psicofísicas a las que se expone un maquinista de tren, no distan de las de cualquier trabajador que ejerza una tarea “insalubre” y que amerite cualquier test psicofísico de aptitud previo al otorgamiento del empleo (no siempre “compensado” en la reducción de la jornada laboral por “insalubridad”, salvo raras y honrosas excepciones como los obreros del subte y su jornada de 6 horas conseguidas en el año 2002).

El informe agrega “…pero también, el puesto del maquinista está expuesto a otros riesgos, atentados, incendios, explosiones, descarrilamientos, colisiones de trenes, derrumbes, accidentes de personas (…) cuando hablamos de la muerte por accidentes de personas, hablamos de arrollamientos (…) también con ellas está el aplastamiento, el arrastre del cuerpo de la víctima, las motivaciones, decapitación, desmembramiento, etc. (…) Las muertes por arrollamiento las provocan las caídas de los trenes por actos de violencia, las víctimas quieren defenderse  y son arrojadas del tren, los suicidios (…)
     
Cualquier entusiasta apologista de la cruzada convencida del Ministro Randazzo, o para el caso de la patronal concesionaria del ferrocarril, bien podría aducir valiéndose del sentido común que “nadie obliga al aspirante a maquinista a aceptar un empleo expuesto a semejantes vicisitudes”. No siempre el sentido común se lleva de maravillas con las oportunidades de elección de un medio de trabajo para subsistir  en la sociedad capitalista.

La investigación presentada en el Ateneo de la Superintendencia de Riesgos de Trabajo prosigue con una pregunta: “…¿Entonces qué pasa después de cada arrollamiento? La respuesta no resulta ser muy alentadora. “…el conductor es el responsable de la formación y debe quedarse hasta que llegue el relevo…a veces, cuando llega la policía lo lleva detenido ya sea como actor del accidente o como testigo (…) aparecen estados de ansiedad, de alerta, de desconfianza creciente. Todo parece sospechoso, muchas veces los maquinistas tratan de adivinar las intenciones de las personas que están en el andén temiendo quizás otro arrollamiento (…) a veces son testigos de gente que evita que alguien se suicide y esto hace que se sientan muy nerviosos el resto del día (…) también suelen pasar cuatro o cinco días sin hablar. No pueden compartir con esposa e hijos experiencias tan dramáticas. Suelen aparecer irritabilidad, cambios de conducta o de carácter ante hechos menores. Sufren sobresaltos nocturnos, pesadillas de las que se despiertan gritando o los tienen que despertar. A veces hay una identificación proyectiva con la víctima ‘pudo haber sido mi hijo o mi hija o mis padres’ (…) Después de varios siniestros los conductores se encuentran afectados en forma creciente frente a la posibilidad de sufrir un nuevo accidente, y siempre hay uno o dos de los arrollamientos que los impactan muy fuerte…”  

Concluyendo con recortes del informe: “…La interrupción transitoria exige que alguien venga a reemplazarlo, y las exigencias del ejercicio de la función han requerido la atención médica, licencias, internación, también en otras personas que ejercen la función, como consecuencia directa de la sobrecarga emocional o de la responsabilidad de la tarea (…) Después de treinta años de antigüedad como maquinista y treinta muertes por arrollamiento de promedio, el efecto psicopatológico es acumulativo. Se derrumban los mecanismos de defensa y aparece la enfermedad profesional…”

A esta altura, el oficio de maquinista, el “mirar adelante” en la cabina de la locomotora  (condición sine qua non para conducir una formación, desde luego) ubica al trabajador en riesgos infernales, en la mayoría de los casos evitables seguramente, si los multimillonarios subsidios estatales a las empresas privadas concesionarias no terminaran en paraísos fiscales.

El psiquiatra y psicoanalista francés Christophe Dejours –quien estuvo en el mes de mayo en la Argentina brindando diversas disertaciones invitado por la Revista Topía- , describe en su libro La Banalización de la Injusticia Social (Editorial Topía, 2006) lo que describe como “estrategias colectivas de defensa” por parte de trabajadores expuestos a padecimientos como los descriptos líneas arriba en el caso de los maquinistas de tren.

Dejours, con un vastísimo recorrido en el campo de la “Clínica del Trabajo” afirma en su obra: “…la investigación clínica demostró que, en el campo de la clínica del trabajo, juntos a los mecanismos de defensa descriptos por el psicoanálisis, están las defensas construidas y sostenidas colectivamente por los trabajadores. Se trata de las estrategias colectivas de defensa, huella específica de las restricciones reales del trabajo (…) Las investigaciones se desarrollaron a partir de la inversión (negritas son mías) de la pregunta inicial: ¿cómo hacen estos trabajadores para no volverse locos, a pesar de los requerimientos del trabajo a que se ven confrontados?

A la hora de profundizar sobre las “estrategias” propuestas, Dejours amplía: “…las estrategias defensivas pueden contribuir a hacer aceptable lo que no debería serlo. Por eso, juegan un papel paradójico, pero capital, en el orden de los resortes subjetivos de la dominación. Las estrategias defensivas, necesarias para la protección de la salud mental contra los efectos deletéreos del sufrimiento, pueden funcionar también como una trampa que desensibiliza ante aquello que produce sufrimiento. Y a veces permiten que resulte tolerable no sólo el sufrimiento psíquico, sino también el sufrimiento ético; entendemos por tal sufrimiento que resulta, no de un mal sufrido por el sujeto, sino del que éste puede causar al cometer, por su trabajo, actos que reprueba moralmente (…)  Entonces, el sufrimiento en el trabajo y la lucha defensiva contra este sufrimiento, ¿no tienen incidencia sobre las posturas morales singulares y sobre las conductas colectivas en el campo político?

Lo que parece ser una estrategia defensiva a priori de cualquier abogado gremial para inimputabilizar la responsabilidad punitiva o penal de alguna eventualidad cometida por un trabajador, es aclarada por el propio Dejours: “…Hay seguramente trabajadores holgazanes y deshonestos” El juicio moral de Dejours, sin embargo, en cada singularidad de cada trabajador, no exime a las adversas condiciones de trabajo tan nocivas en amplísimos rubros del “mundo del trabajo” (o mejor dicho, de la clase obrera obligada a vender su fuerza de trabajo para, al menos, subsistir).

Probablemente el maquinista que aparece en los videos de Randazzo usando el celular, o leyendo un libro, sea “holgazán” o “deshonesto, lo cual lo hace responsable de su irresponsable acto, aún inclusive, si pudiera valerse de caracterizar dicho acto como una “estrategia de defensa” frente al carácter infernal que resulta ser el oficio de maquinista. Lo mismo para el conductor que conduce con movimientos automatizados en estado de somnolencia absoluta, aun pudiendo ser caracterizado como otra “estrategia de defensa”, o quizás un síntoma de la enfermedad profesional. Ya vimos cómo manejar un tren en nuestro país y “mirar para adelante” no es exactamente lo mismo que atender un kiosco.

Volvé Panóptico...te perdonamos

Llama poderosamente la atención que las filmaciones en las cabinas no sean seguidas en tiempo real en un centro de monitoreo. Hasta una tecnología “panóptica” en “vivo y en directo” (el panóptico en el “mundo del trabajo” paradójicamente siempre estuvo al servicio de la vigilancia de los cuerpos para optimizar su productividad y explotación de la mano de obra) cobraría un carácter preventivo frente a cualquier “falla humana” por “negligencia”, “irresponsabilidad”, o lo que pueda poner en riesgo el funcionamiento de un tren por parte de la conducta de un maquinista. Ante una eventualidad, una simple llamada podría corregir la conducta para evitar una catástrofe. 

Ni siquiera el “panóptico preventivo” (que para el caso no estaría al servicio del incremento de la productividad sino de la prevención de la “falla humana”) tan en uso a la hora de vigilar la seguridad en el conurbano bonaerense con un festival de cámaras en las barriadas de una gran cantidad de municipios, dignos de envidia del Gran Hermano.

Pero, la tecnología audiovisual del Estado no pareciera para la ocasión estar al servicio de la prevención en la siniestralidad ferroviaria, sino de la culpabilización del trabajador.

No hay 2 sin 3…

No es la primera vez que el Estado y sus autoridades se valen de la culpabilización del trabajador como maniobra de encubrimiento.

En el mes de septiembre del año 2011, los trabajadores del subterráneo de Buenos Aires realizaron un paro sorpresivo que suscitó una automática e inmediata campaña de demonización por parte de todos los medios masivos de comunicación (opositores y oficialistas) prácticamente a los pocos minutos de la medida de fuerza: para aquel entonces, las tarjetas SUBE y Monedero solamente podían ser cargadas en las boleterías del subte, lo cual representaba un incremento de las tareas para los trabajadores boleteros en el mismo lapso de tiempo, trayendo como consecuencia enfermedades laborales como cuadros de tendinitis, que suscitaron 30 licencias y la indiferencia de la empresa y las autoridades ministeriales. Ni lerda ni perezosa, la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner, a las pocas horas de iniciada la campaña mediática contra la huelga del subte, no vaciló para decidir en qué vereda ponerse cuando por cadena nacional comentó socarronamente –y para deleite de la empresa Metrovías de Benito Roggio-: “Mi papá trabajó toda su vida como chofer de colectivo y nunca tuvo tendinitis” El mote de “deshonestos” que Dejours señala bien pudo ser utilizado en las palabras oficiales contra los trabajadores del subterráneo.

Meses más tarde, el 1 de Marzo del año 2012 y en ocasión de la inauguración de las Sesiones Ordinarias en el Congreso Nacional, ante un cuadro de conflictividad del movimiento nacional docente en vísperas de la discusión salarial en paritaria, también promovió una dedicatoria de la Jefa de Estado: “Los docentes trabajan cuatro horas por día y tienen tres meses de vacaciones”. Para la ocasión, “holgazanes”  o “privilegiados” podría haber sido la calificación soslayada por la Presidenta, anticipándose al reclamo de los trabajadores de la educación, cuya profesión desde hace mucho tiempo ha dejado de limitarse a la mera transmisión de un saber curricular en un medio áulico. La descomposición social y el derrumbe educativo ha llevado al rol del docente a una “polivalencia” laboral: docente, trabajador social, acompañante terapéutico, psicólogo del niño, todo al precio de uno y en muchísimos casos por una remuneración que no llega a cubrir la canasta familiar.

Sean trabajadores del subte, docentes o esta vez, maquinistas del tren, la culpabilización del Estado contra el trabajador, maniobra política que apunta a borronear su propia responsabilidad ante eventualidades emergentes de la precarización en las relaciones laborales en detrimento del explotado (ya sean desde paros hasta tragedias ferroviarias) y a mostrar con total transparencia su carácter (patronal) de clase. Como el perverso que señala la falta al otro para angustiarlo y anularlo como sujeto de la palabra. Nos valemos de una metáfora del campo del psicoanálisis, aunque las leyes que rijan el inconsciente no sean exactamente iguales a las que regulan el campo de la lucha de clases (infestado de maniobras del Estado en favor de los explotadores).

La genialidad y creatividad del llamado “saber popular”, en estos tiempos de “nuevas tecnologías de información”, muchas veces se vuelcan en las redes sociales. Sabias palabras de un tuitero en simples 140 caracteres: “Lástima q se olvidaron de poner camaritas en la oficina de Jaime, Schiavi y Randazzo mientras se quedaba dormido con las coimas de Cirigliano


 Hernán Scorofitz